Intento encontrar razón para el deterioro multidimensional de nuestra sociedad, y por más que me esfuerce, sólo una palabra me viene a la mente.
Impunidad.
Fruto de que no vivimos un proceso de transición posterior a la muerte de trujillo –en minúsculas- hemos crecido sin entender el verdadero significado de la libertad. Y, como quien confunde la gimnasia con la magnesia, actuamos en absoluto apego al libertinaje más puro, casi como aquel de los romanos, poco antes de la caída del Imperio.
¿Dónde entra la impunidad, título de este lamento? Sencillo. Cuando la libertad degenera en libertinaje, y no existen consecuencias represivas, severas o caras, el libertinaje se torna rápidamente en una espiral descendente, tal como la que nos encontramos en estos tiempos.
Lean los periódicos, si no me creen. Tomen un periódico de hace tres años y comparen con los tiempos actuales; tomen uno de hace 6 años, o diez… Sólo fíjense en la calle, mientras maneja, y cuenten cuántas infracciones de tránsito se cometen… ya no podemos jugar “cepillo”, porque ya no circulan tantos como cuando éramos niños, pero sí podríamos jugar “infracción” o “multa”.
Lo malo es, y los pichones de antifacistas e izquierdistas de new wave me querrán colgar, es que no visualizo un cambio a menos que se instaure un régimen autoritario. Porque solo la bota nos pone en cintura… ¿Qué no? enséñenme algo bueno que se haya instaurado en nuestro país en los últimos 45 años, que se haya logrado por las buenas…
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