Wednesday, October 24, 2007

Crossroads

Ambos tenían la misma edad, y curiosamente hacían lo mismo, ambos salían de sus respectivas universidades. Pero las similitudes paraban ahí, pues sus orígenes no podían ser más distintos.

Mientras uno provenía de una familia de poder, de las que estaban ‘pegadas’ en aquel tiempo, el otro provenía de una familia que parecía ser una mejor definición de proletario que la del diccionario.

Mientras uno salía del parqueo de una universidad privada, en un carro deportivo de alta cilindrada, el otro salía de la universidad estatal, entre bombas y manifestaciones, a ver si conseguía una guagua de transporte público.

Mientras uno casi ni recordaba lo que estudiaba, el otro hacía su primer semestre de medicina.

Esa noche, para uno no había nada que hacer, la calle estaba desierta. No había ante quien pavonear su buena fortuna. Aunque no se quejaba, la vida era buena. Sus padres hacían buen dinero, la .45 que sin ninguna discreción portaba entre las piernas reflejaban su estatus de persona cercana al poder, a los militares.

El otro, sin embargo, no tenía tiempo para preocuparse más. Con exámenes acercándose, había mucho que estudiar, y el trabajo que le permitía subsistir y ayudar en casa le dejaba poco tiempo para preocupaciones vagas.

Uno aceleró bruscamente, frustrado por una noche tan tostá como esa… se mantuvo acelerando sin prestar atención al camino y nunca vio lo que le cruzó por el frente, sólo sintió el impacto y la lluvia de cristales que le cayó encima venida de todos lados…

El otro oyó un carro que andaba por ahí, pero no le prestó atención, tenía otras cosas en mente. No sintió el golpe, de hecho, nunca lo pudo recordar. Solo podía recordar el levantar la cabeza del piso, con un profundo dolor en todo el cuerpo, y al ver su pierna derecha, sentir una sensación indescriptible al verla doblada grotescamente hacía afuera…. Parecía una foto que había sido rota y mal armada de nuevo…

El uno frenó el carro como pudo se bajó y miró rápidamente el carro pensando “que maldita vaina”. Al ver los destrozos, miró al otro… ni su postura grotesca, ni su expresión de dolor evitaron el único comentario que salió de su boca “ojalá te mueras, buena mierda”… dicho esto se montó de nuevo y arrancó, con mas furia aún, y se alejó de ahí, teñido de noche e impunidad…

Fin parte I

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