Por una lado me avergüenza la capacidad que tenemos de ser mezquinos ante cualquier pendajada.
Pero hoy, viendo como respondemos ante la catástrofe en Haití, no puedo menos que sentirme orgulloso.
Siento orgullo porque siento el dolor en todo aquel con quien hablo.
Siento orgullo porque veo cooperar a la grandísima mayoría.
Siento orgullo porque veo como, aquellos que tenemos recelos de la inmigración ilegal, hemos guardado eso para después.
Siento orgullo porque noto la preocupación.
Siento orgullo, porque hoy me siento hermano de Haití. Porque hoy me duele su infortunio.
No pretendo venir con el maniqueísmo de querer decir que dejamos atrás nuestras diferencias, pero como hermanos que somos, sabemos dar la mano al otro cuando lo necesita.
Sigamos dando la mano a nuestros hermanos...